Rachel Cruz

BIO

Rachel Cruz is a writer from Phoenix, Arizona.

Hoy fuimos al río, mi vecino y yo. Nos sentamos en la orilla, al oeste, en la sombra de los árboles de álamo. Era mediodía. Traíamos cervezas, chicharrones y un bocadillo. Me quité los zapatos. Hablemos y bebimos y nos emborrachamos. Él quería andar en el agua. El río era tranquilo y lodoso. En algunas partes, el lodo estaba seco y cascado por el sol, como una maceta rota. En otras, el lodo era cálido, y debajo, hacía más frío. Lo hundí el pie hasta la espinilla. Se atoró, y jugamos, pretender empujarnos el uno al otro hasta perder el equilibrio. Caminábamos con la corriente hasta el sur. Yo había estado aquí hace un año, fumando y mirando el regreso de las grullas al bosque durante la puesta del sol. En las orillas del río crecía Toloache. Sus flores blancas se abrían al sol, y las vainas de la semilla, puntiagudas y verdes, se escondían bajo las hojas. Había oído que la planta enloquezca los caballos. Bajo la tierra, en el interior del mundo, vivían gemelos, una hermana y su hermano. A veces, levantarían a la superficie terrestre y caminar y observar en detalle la flora y la fauna, contando cuentos a su madre. Esta narración incesante les desagradó a los santos. Los niños dijeron que podrían causar dormir y ver los espectros. Los santos concluyeron que los niños sabían demasiado. Los desterraron hasta hacerlos desaparecer en la tierra interior. Por eso, hoy ahí, crecen flores de toloache en el lugar donde descendieron, similares a los que decoraban el pelo de los niños al visitar la superficie. Nos volvimos al norte y caminamos hasta una abertura al otro lado del río. Seguimos una vereda animal hacia el bosque, agachándose bajo de la hierba seca. No oía el río. No oía tus pasos detrás míos. Ahí paramos y nos encontramos—¿es posible que el tiempo se detuvo, que el río y el sol desaparecieron?—y nos separemos en el mismo momento. Pero ahora en mi casa, hay una huella en el suelo. ¿Es el mismo que antes? ¿O recuerdas? Cuando, un verano cuando éramos niños, la lluvia inundaba la calle y nadamos en el río aceitoso.

 

 

 

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